Golf y mente

Autosugestión: la grabadora que decide tu juego

Siempre he pensado que en el golf, más que pegarle a una bola, uno tiene que aprender a autogestionarse. Sí, autogestión: saber manejar los nervios, las emociones, la cabeza que a veces se nos va por las ramas. No importa cuántas horas pases en la cancha de prácticas, si no dominas lo que pasa dentro de ti mismo, tarde o temprano el campo te pasa factura.

Lo descubrí en carne propia una mañana en Manises. Tenía un putt corto para birdie, de esos que deberían ser casi automáticos. Pero mi cabeza empezó a correr: “no lo falles, no lo falles, no lo falles”. ¿Adivinas qué pasó? Exacto: lo fallé. Fue entonces cuando entendí que no había fallado el golpe, sino mi diálogo interno.

El golf no solo se juega con palos y bolas: se juega, sobre todo, con la mente. Cuando uno está en la cancha, con el viento soplando, el sol en la nuca y un putt de dos metros para par, lo que marca la diferencia no es solo la técnica, sino el estado mental. Todos los golfistas —desde los amateurs de fin de semana hasta los campeones de Augusta— lo saben. Y sin embargo, lo que muchos no saben es cómo entrenar esa mente de la misma forma en que entrenan el swing.

Ahí fue donde descubrí a Émile Coué, un farmacéutico y psicólogo francés de principios del siglo XX que revolucionó el modo en que entendemos la relación entre mente consciente e inconsciente. Coué descubrió que, de manera casi inevitable, el inconsciente se deja influir por las palabras, imágenes y emociones que repetimos. Y si sabemos hacerlo de forma deliberada, podemos reprogramar nuestra mente para rendir mejor en cualquier ámbito, incluido el golf.

Coué lo llamó autosugestión consciente. Dicho de manera sencilla: consiste en utilizar frases cortas, visualizaciones y auto-diálogo positivo para enviar mensajes al inconsciente. El inconsciente, a su vez, acaba transformando esos mensajes en hábitos, confianza y acciones. No es magia ni autoengaño barato: es neurociencia avant la lettre.

La fuerza del pensamiento repetido

Coué observó que los pacientes que recibían sus medicinas con palabras de confianza y entusiasmo se curaban antes que aquellos a quienes se les entregaban sin más. Dedujo que la mente tiene un poder enorme sobre el cuerpo, y que repetir una afirmación con convicción podía generar un efecto real. Su frase más célebre —“Todos los días, en todos los aspectos, me va cada vez mejor”— es quizá el mejor ejemplo de cómo una afirmación sencilla puede impactar en la conducta.

En golf, lo he vivido muchas veces. Hay días que uno se levanta y antes de salir al campo se repite: “hoy no le pego ni a una”. ¿Y qué pasa? Que se cumple. En cambio, cuando me digo “voy a disfrutar, voy a soltar el swing”, el cuerpo responde diferente. Es como si todo estuviera alineado para darme más probabilidades de éxito.

Cada pensamiento es, al final, una instrucción que dejamos grabada en nuestra mente.

Las cuatro leyes de la Autosugestión Consciente

Coué formuló cuatro principios básicos que resultan increíblemente aplicables al golf:

1. La Ley de la Finalidad Inconsciente

La mente inconsciente siempre tiende a cumplir el objetivo que le damos con claridad. Si le damos un objetivo positivo (“suelta el swing, apunta al centro de la calle”), lo buscará. Si le damos un objetivo negativo (“no la mandes al agua”), también lo cumplirá… y ya sabemos cómo suele terminar.

Neurogolf: El cerebro funciona como un sistema de predicción y dirección de acciones. La corteza prefrontal define la meta y los ganglios basales traducen esa orden en automatismos. Si visualizas el agua al repetir “no la mandes al agua”, tu sistema motor crea un plan inconsciente hacia ese lugar. Al contrario, cuando imaginas el centro de la calle, todo el cuerpo se coordina en esa dirección. El inconsciente no entiende el “no”, solo graba imágenes dominantes.

2. La Ley de la Atención Concentrada

Todo lo que ocupa nuestra atención crece. Si concentro mi mirada en la bandera y mi mente en la línea del golpe, todo mi cuerpo se coordina para ir hacia allí. Si concentro mi atención en el bunker de la derecha, es muy probable que la bola acabe allí.

Neurogolf: El sistema reticular activador ascendente (SRAA) filtra y prioriza aquello en lo que ponemos el foco. En el golf, si tu atención está en la bandera, el cerebro afina la coordinación visomotora: ojos, cerebelo y corteza motora trabajan como un equipo. Pero si tu foco está en el bunker, esa imagen ocupa el mapa mental y el cuerpo responde como si fuera un objetivo deseado. Por eso decimos que “la bola va donde miras”… incluso si miras para evitarlo.

3. La Ley del Efecto Dominante (o de la Emoción Auxiliar)

Una emoción intensa siempre vence a otra débil. Si consigo asociar entusiasmo, confianza o alegría a mi golf, esas emociones derrotarán a la duda o al miedo.

Neurogolf: Las emociones actúan como interruptores químicos. La amígdala y el sistema límbico influyen en la coordinación muscular. La dopamina liberada con emociones positivas potencia la plasticidad neuronal y la fluidez motora, mientras que el cortisol generado por el miedo bloquea la fineza de los movimientos. Así, celebrar un buen golpe refuerza el circuito dopaminérgico y aumenta la probabilidad de repetirlo. La emoción positiva se vuelve dominante, eclipsando la duda.

4. La Ley del Efecto Reversa

Cuanto más intentamos forzar conscientemente un resultado, más difícil se vuelve alcanzarlo. Es el clásico ejemplo del putt de un metro que fallamos porque pensamos demasiado en “no fallar”.

Neurogolf: El exceso de control consciente activa la corteza prefrontal dorsolateral, que interfiere con los automatismos del cerebelo y los ganglios basales, responsables de un swing natural. Esto se conoce como parálisis por análisis. En ese putt corto, el pensamiento obsesivo bloquea el mecanismo automático y convierte un movimiento fluido en rígido. En cambio, una instrucción clara y sencilla —“ritmo suave”— libera al inconsciente para ejecutar lo aprendido.

La metáfora de la “grabadora golfística”

Una de las imágenes que más me ayuda es imaginar que mi mente inconsciente funciona como una grabadora. Todo lo que digo, pienso o siento se queda registrado. Y cuando llega la presión de un torneo, lo que suena en esa grabadora es lo que he estado grabando día tras día.

Por eso, antes de salir a jugar, me repito: “Estoy preparado, voy a disfrutar, mi swing es fluido”. Durante la ronda, si me sale un buen golpe, me felicito: “¡Así se hace!”. Y si me equivoco, me recuerdo: “Queda mucho golf, me recuperaré”. Después del juego, trato de grabar en mi memoria los golpes buenos, no los malos.

Lo más curioso es que la grabadora no distingue entre lo real y lo imaginado. Si cierro los ojos y visualizo un gran golpe con la misma emoción que lo ejecutaría, el inconsciente lo graba como si hubiera sucedido. Y créeme: funciona.

El riesgo del esfuerzo excesivo

He vivido muchas veces la famosa “parálisis por análisis”. Esa sensación de quedarme congelado al pensar demasiado en la mecánica del golpe. Es como si quisiera empujar un coche con el freno de mano echado. Cuanto más trataba de controlar cada detalle, peor salía.

Con los años aprendí que la clave es dar al inconsciente una instrucción clara y positiva, y luego soltar. Dejar que el cuerpo haga lo que ya sabe. Porque el swing, al final, lo ejecuta mejor el inconsciente que el consciente.

Ejemplos en el campo

Seguro que lo has visto. En el tee del 1, dos jugadores. El primero piensa: “No la mandes al rough, no la mandes al rough”. ¿Dónde acaba? En el rough, claro.

El segundo se dice: “Ritmo y centro de la calle”. Su atención se centra en una sensación concreta y un objetivo claro. ¿Sale siempre perfecto? No. Pero la probabilidad de éxito es mucho mayor.

Conclusión del capítulo

La autosugestión consciente nos recuerda que no somos víctimas de nuestra mente, sino sus programadores. La diferencia entre un golfista que colapsa bajo presión y otro que se crece está, muchas veces, en qué mensajes ha ido grabando día tras día en su grabadora interna.

La autoprofesión —profesar de manera consciente aquello que queremos grabar— es el primer paso para transformar nuestro golf. Cada palabra que uses contigo mismo es un ladrillo ms en la construcción de tu confianza.

Y ahora que ya conoces el poder de tu grabadora mental, en el próximo capítulo te contaré una historia única: cómo Seve Ballesteros utilizó una cinta mágica para preparar su victoria en Augusta 1980.